jueves, 9 de febrero de 2012

Estados Unidos, la prensa como esfuerzo hipócrita

“Papi —pregunta el niño en un autobús—¿cómo se llama ese parque?” No sé. Dos cuadras después… “¿Quién es ese hombre de la estatua?” “¿Quién sabe? “¿Qué es ese edificio con la aguja en la punta?” “No tengo la menor idea”. “Papi, ¿te molesta que te haga tantas preguntas?” “Si no preguntas, ¿cómo vas a aprender?”| SAÚL LANDAU.*



Una vez aprendimos que una prensa libre protegería al público de operaciones dudosas del gobierno y los negocios. El estereotipo del periodista rebosaba optimismo y curiosidad; molestaba a los poderosos con preguntas difíciles. Los reporteros representaban a la valentía para proveernos de transparencia —necesaria para la democracia.





Sin embargo, en vez de informar al público acerca de lo que nos llevó a la guerra en Iraq —y quizás pronto en Irán— los “expertos” analizan la demencia de Gingrich (¿una colonia en la Luna?) o la fortuna a de Romney. Los medios modernos nos inundan con los problemas de Angelina, las broncas maritales de Jeniffer y las adicciones de Lindsay, —mientras que actúan como estenógrafos de la élite de la seguridad nacional.



Cuando recibimos “hechos”, estos vienen sin un contexto apropiado. El 10 de enero, por ejemplo, la bomba de un asesino mató a un científico nuclear iraní; anteriormente, desde 2010 hasta hoy, tres científicos fueron asesinados. Irán acusó al Mossad de Israel. El brigadier general israelí Yoav Mordechai envió por Facebook: “No sé quién le arregló las cuentas al científico iraní, pero no hay duda de que no derramaré un lágrima”. 
(Mehdi Hasan, Guardian, 16 de enero de2012.)



Los medios de prensa esrtadounidenses no presionaron a los funcionarios israelíes acerca de las diferencias morales entre el “terrorismo palestino” (cohetes que ocasionalmente llegan a Israel) y los asesinatos patrocinados por el gobierno israelí.



¿Presionaron ellos a la élite de Washington para que dijeran si aprobaban esos asesinatos? Funcionarios israelíes y su club de admiradores de la política norteamericana minimizaron los incidentes y lo calificaron de contraterrorismo de rutina.



Los reporteros saben que si aplicaran la palabra con “t” a Israel sería una mala decisión para su carrera. Los acusarían de ser antisemitas. Los medios revelan noticias acerca de atletas y actores, pero en realidad se hicieron cómplices de Bush cuando él utilizó el tema de las ADM para justificar su invasión a Iraq. (Ver las “primicias” en 2002-2003 de Judith Miller en The New York Times).



Tampoco presionaron al presidente Obama debido a sus órdenes de ejecutar en Yemen —sin proceso judicial— a un ciudadano norteamericano que ni estaba acusado. En su lugar, los medios habitúan reproduciendo el chachareo de seguridad como “muertes dirigidas”. En vez de describir a las ejecuciones ejecutivas como terrorismo —o, Dios lo perdone, asesinato—, los “expertos” de los medios debaten las sutiles diferencias entre defensa y atrocidad. El presidente Obama solo “selecciona” a enemigos —musulmanes que matan a inocentes. Bueno, se cometieron algunos errores.



Andrew Sullivan, casi el único entre los periodistas de importancia, preguntó: “¿No son terroristas el grupo o la nación responsables del asesinato de civiles?” (“El Terrorismo que Apoyamos”, The Daily Beast, 11 de enero de 2012.)
Ningún reportero pregunta: “¿Qué nos ha hecho Irán para merecer las duras sanciones, amenazas y maltratos? ¿Derrocaron nuestro gobierno cómo hicieron la CIA y MI6 con el de ellos en 1953? ¿Colocaron ellos a un rey (shah) en Washington que se dedicó a la represión y la tortura —hasta que los iraníes lo derrocaron en 1979?”



Algún terrorismo aparente no cabe en el molde musulmán. Fueron cristianos los que pusieron la bomba en el Edificio Federal de Oklahoma. Es más, el veterano del ejército Timothy McVeigh se había inscrito como republicano, pertenecía a la Asociación Nacional del Rifle y fue confirmado por la Iglesia Católica. ¿Terroristas? No, extremistas que buscaron venganza, tipos amargados.



Tomemos el caso de los ‘luchadores por la libertad’. “Fiscales norteamericanos presentaron evidencia en un juicio abierto de que el señor [Luis] Posada [Carriles] —un individuo entrenado originalmente por la CIA —desempeñó un importante papel en atentados con bombas en Cuba”. En un juicio en 2001 en El Paso, “el gobierno presentó material demostrando que él había participado en una campaña de atentados en Cuba”. (NY Times, 11 de abril de 2011.) Pero los fiscales acusaron a Posada de mentir a funcionarios de inmigración, no de terrorismo. Un confundido jurado lo declaró inocente.



En enero, Posada hizo el discurso principal en una ceremonia en Miami para honrar a José Martí. El hombre identificado en documentos desclasificados de Estados Unidos como el autor intelectual del sabotaje a un avión cubano de pasajeros (73 murieron) es saludado como un cubano “luchador por la libertad”. ¡Imaginen a Martí defendiendo el sabotaje a un avión comercial!



El congresista republicano por Indiana Dan Burton e Ileana Ros-Lehtinen (republicana por la Florida) asistieron a la actuación de Posada junto con la expresidenta panameña Mireya Moscoso, quien amnistió a Posada y a sus asociados de una condena a prisión en 2000 por haber planeado asesinar a Fidel Castro en Panamá. Moscoso dijo que lo haría otra vez, si pudiera.



Los reporteros omitieron el hecho de que Moscoso, por pura coincidencia, había recibido un depósito de cuatro millones de dólares en una cuenta en un paraíso fiscal. Por ese precio, mucha gente estaría dispuesta a repetir actos inmorales.
Sin el cuestionamiento de los medios, la élite de la seguridad nacional monopoliza el tema del terrorismo, Israel y EE.UU. acusan de terrorismo a sus enemigos, mientras que practican el asesinato y los mortíferos ataques de aviones sin piloto.



En 2009, Ros-Lehtinen dijo que “daría la bienvenida a cualquiera que quisiera asesinar a Fidel Castro”. Y no la expulsaron del Congreso y la encerraron en Guantánamo por haber hecho un llamado al asesinato de un líder extranjero.



Israel teme que Irán desarrolle un arma nuclear por medio del mismo proceso secreto que Israel escogió. Es más, Israel bombardeó las instalaciones nucleares sirias e iraquíes para impedir que lograran lo que Israel alcanzó.



En abril de 1964, el presidente Kennedy preguntó al premier israelí Shimon Peres acerca de sus intenciones nucleares. Peres mintió: “Puedo decirle con toda franqueza que no introduciremos armas nucleares en la región. Sin duda no seremos los primeros en hacerlo. No tenemos interés en ello. Por el contrario, estamos interesados en desescalar la tensión armamentista, incluso con el desarme total”. (Barry Lando, “La Crisis de Irán: Solo la Mitad de la Historia”, Blog, 2 de febrero de 2012.)



Las armas nucleares israelíes apenas reciben la atención de los medios. Cuando asesinan a un científico iraní, los medios se encogen de hombros. Después de todo, cualquiera sabe que Israel tenía que evitar que Irán adquiriera un arma nuclear. Israel solo tiene 200.



¿Preguntaría acerca de tales condiciones un periodista que aprecia su acerrar? Si él no pregunta, ¿cómo aprenderá él? ¿Cómo aprenderemos nosotros?


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